Los espolones son calcificaciones producidas en el talón como consecuencia, generalmente de una fascitis plantar crónica. Los estudios de la pisada y el uso de plantillas tienen un importante papel en el tratamiento y la prevención de dichas patologías.
¿Alguna vez has sentido dolor al apoyar el talón en el suelo? ¿Un dolor punzante e intenso, como si estuvieras pisando una pequeña piedra o un clavo? Si la respuesta es sí, podrías padecer de espolones, también llamados exóstosis calcánea.
Se calcula que 1 de cada 4 personas padecen esta patología que suele verse causada por una fascitis plantar, lesión de la que ya hablamos con anterioridad, y que consiste en la inflamación de la fascia plantar, el tejido que une el talón con los dedos de los pies. Ya comentamos sobre la fascia plantar que aunque en un primer momento no llega a limitar la práctica deportiva, debía ser tratada lo antes posible o de lo contrario tendría efectos muy limitantes para el paciente, esto es el espolón.
Por este motivo, vamos a concretar qué son los espolones calcáneos, sus causas y sintomatología y cómo pueden prevenirse o tratarse.
Depende de la magnitud. Diferencias por debajo de medio centímetro no provocan problemas ortopédicos habitualmente. Diferencias hasta un centímetro son consideradas normales en el adulto, aunque en el niño pequeño representan proporcionalmente más alteración y en ocasiones requieren tratamiento.
Diferencias mayores provocarán un desequilibrio pélvico, un nacimiento oblicuo de la columna y una desviación compensatoria de la columna que llamamos actitud escoliótica.
Los espolones no son sino una calcificación que produce una excrecencia ósea puntiaguda sobre el calcáneo, la parte inferior del hueso del talón.
La principal causa de espolones es una fascitis plantar que se ha vuelto crónica, debido a un diagnóstico tardío o un tratamiento inadecuado. Esto es debido a que el organismo acumula calcio en las zonas dañadas para recuperar el tejido. No obstante, recordemos algunas de las causas de la fascitis plantar y, por consiguiente, de los espolones:
Como ya se ha comentado, el principal síntoma es el dolor en el talón y la sensación de pisar un clavo. Este dolor es más intenso con los primeros pasos de la mañana y, aunque se calma con reposo, vuelve a aparecer tras volver a apoyar el pie en el suelo o tras la actividad deportiva. Si el trabajo del paciente consiste en cargar peso, puede agravar el dolor.
El espolón se puede diagnosticar con una radiografía lateral del calcáneo, donde se reconoce una protuberancia orientada hacia los dedos y que puede variar entre 1 y 5 mm. No obstante, sería recomendable realizar otras pruebas, como análisis de sangre, para descartar otras enfermedades como artritis reumatoide, espondilitis anquilosante o gota.
Al ser consecuencia, en la mayoría de casos, por una fascitis plantar, el tratamiento para espolones calcáneos plantares sueles pasar por:
También se recomiendan el uso de taloneras con orificios o, mejor aún, de plantillas personalizadas que sirvan de apoyo y reduzcan la carga soportada por el arco del pie. La cirugía es otro posible tratamiento para los espolones, pero solo debe considerarse si tras unos meses ninguno de los tratamientos anteriores ha dado resultados